Las economías han podido resistir el impacto de la actual crisis por los apoyos de gobiernos y bancos centrales, pero no pueden continuar funcionando permanentemente asistidas, con los gobiernos sustituyendo directamente costes de las empresas y garantizando así su supervivencia. Ni es financieramente posible ni tampoco es deseable desde el punto de vista de una asignación efectiva de los recursos.

 

 

Además, las ayudas públicas no han impedido que se haya dañado una parte del aparato productivo, las empresas han empeorado sus resultados, aumentado su nivel de deuda al tener menos ingresos… Todo ello conducirá a una política de cancelación o aplazamiento de inversiones, de reducciones de coste, de ajustes de plantilla y, en fin, de múltiples decisiones de claro impacto recesivo.

Lo urgente hoy es impulsar el nivel de demanda para que la economía recupere su nivel de actividad y no se hunda aún más por los planes empresariales de contracción de costes e inversión, o por un aumento del ahorro privado por razones de precaución.

Esta preocupación hace que hoy se pidan programas especiales para casi cualquier sector o actividad, y se propongan distintos planes de reformas estructurales y de cambios. Pero por encima de todas estas actuaciones microeconómicas, importantes para el largo plazo, lo urgente hoy es impulsar el nivel de demanda para que la economía recupere su nivel de actividad y no se hunda aún más por los planes empresariales de contracción de costes e inversión, o por un aumento del ahorro privado por razones de precaución. La prioridad debe ser que no se destruya de forma permanente la capacidad productiva, uno de los peores efectos de este tipo de crisis.

 

 

No es, por todo ello, el momento de subir impuestos o de reducir la inversión pública. Por el contrario, será aún más necesario el impulso fiscal apoyado por la política monetaria del BCE. Es claro que déficit y deuda se dispararan y se corre el peligro de que los responsables económicos sufran de vértigo y quieran poner el freno antes de tiempo. No es todavía el momento y es lo que también parecen entender los mercados financieros a la vista de su reacción ante los aumentos de déficits previstos. La mejor manera hoy de hacer frente a la deuda y déficits es conseguir el relanzamiento y crecimiento del PIB perseverando con una política fiscal expansiva.

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