Mirar a los que van en cabeza en la carrera es siempre una fuente de inspiración y nos anima a intentarlo. Si ellos pueden, nosotros también. ¿Por qué no? Es en ese momento, ante esa energía movilizadora, cuando debemos definir la ruta a seguir para alcanzar la meta.
Este ejercicio de identificar las principales fortalezas y debilidades de nuestras estructuras, lo hacemos anualmente desde el año 2014 en el Círculo de Empresarios que publicamos bajo el nombre del Barómetro de los Círculos. Nos comparamos con la media de países de la OCDE y con el país ejemplar, utilizando los principales indicadores internacionales de competitividad, el Social Progress Index, el Social Progress Imperative, además de una encuesta para recabar la opinión de una muestra representativa, geográfica y sectorialmente, de la estructura empresarial española, incluyendo tanto a empresas pequeñas y medianas como a grandes empresas nacionales y multinacionales que operan en España.
Las áreas analizadas son todas aquellas que muestran la salud socio económica del país. En base a las conclusiones obtenidas, se presentan un conjunto de recomendaciones en las que deberían actuar las Administraciones Públicas y las propias empresas. Para ello, se toman como referencia, buenas prácticas de países y de empresas de nuestro país en materia de progreso social, dinamismo del mercado y de las empresas, contribución de las AAPP, recursos básicos y mercado laboral y financiero.
El sistema actual está desperdiciando una alta proporción del talento potencial de nuestros jóvenes a lo que hay que añadir otra elevada proporción de trabajadores infrautilizados por haber estudiado carreras universitarias sin apenas salida profesional, generando una sobre-cualificación.
La profunda crisis que nos asola, consecuencia de la pandemia y agravada por la manera en que se ha gestionado por el Gobierno de España, me llevan a promover el análisis y las conclusiones del Barómetro y recomendar el emprender los profundos cambios en las áreas que se han mostrado manifiestamente mejorables en sus estructuras. Mirando a aquellos países que mejor han resistido. Y que mejor trayectoria muestran. Se trata de aprovechar la conciencia adquirida de fragilidad para dotarnos de estructuras más sólidas.
Definiría estructura sólida como aquella con buenos anclajes, dinámica, flexible, robusta, diversa, especializada, innovadora, resistente, resiliente. ¿Y cómo podríamos conseguir un país con todas estas virtudes? Me centraré en dos de los problemas que tenemos en España: el de la dualidad del capital humano y, por ende, el del mundo del trabajo. Para explicarme usaré un símil: el bambú.
El bambú es una planta en cuyos primeros 5 años, desarrolla una compleja trama de tallos subterráneos que servirán como sustento y base estructural para su posterior rápido crecimiento. El mayor beneficio es que tras haber alcanzado ese primer estado de maduración plena, las cañas podrán cosecharse de forma prácticamente indefinida tras un periodo de unos 2-5 años de duración entre cosecha y cosecha. Es decir, se corta, gran cosecha con múltiples utilidades, se espera y vuelve a brotar. No hay mejor inversión pues es sólo una vez y luego se reproduce por muchos años. Algunas subespecies pueden llegar a crecer 1 metro al día, alcanzando alturas de entre 20 y 38 metros.
Es fuerte pero flexible, resistente pues sobrevive a tifones, cimbreándose, sin romperse, se reproduce ella sola pues de su raíz brotan nuevas plantas.
Primero veamos algún dato comparativo con los países de la OCDE, según fuentes de la propia OCDE, del Ministerio de Educación y de Eurostat.
La media de la estructura educativa de la UE 28 es más piramidal, siendo la española semejante a un reloj de arena, donde hay un 48,5% de estudiantes entre 25 y 29 que tienen estudios universitarios frente al 41 de la UE 28, países en los que la FP está más extendida: en Alemania asciende al 17% de los alumnos de entre 15 y 19 años están matriculados en FP1 y otro 30% en FP superior, en Holanda el 29%, en Suiza el 40%. En España está en el 12%. Afortunadamente, los porcentajes están mejorando desde 2014 en que se inició un proceso de ampliación de las plazas. Otro de los grandes desafíos es desplegar la FP Dual, que en España sólo la cursan el 0,4% de los estudiantes frente al 17% de la OCDE.
Nunca en nuestra historia reciente hemos tenido mejor preparación en un grupo creciente de jóvenes, con idiomas, viajados, globales, altamente cualificados, con ambición e iniciativas creadoras. Con la crisis del 2008 muchos se expatriaron y afortunadamente empezaban a volver en estos dos últimos años.
En el otro extremo, tenemos el abandono escolar, próximo a otro 20% de jóvenes de 16 años que salen al mercado sin cualificación, sin proyecto y sin horizonte laboral más que en el mercado irregular, inestable. Jóvenes potencialmente marginados, enfadados.
Es decir, el sistema actual está desperdiciando una alta proporción del talento potencial de nuestros jóvenes a lo que hay que añadir otra elevada proporción de trabajadores infrautilizados por haber estudiado carreras universitarias sin apenas salida profesional, generando una sobre-cualificación. En definitiva un modelo que está desajustado y que a pesar de tener un 48,5% de alumnos que llegan a universitarios, paradójicamente tenemos altos niveles de frustración, bajos rendimientos, bajos salarios, inciertas carreras profesionales. En consecuencia, han aparecido tensiones sociales y económicas.
Con una inversión en semilla tendríamos una juventud preparada en contenidos y en habilidades, lista para salir a construir un país mejor, con vocaciones colmadas.
Tenemos algunas cañas de bambú de altísimos metros, abundantes cañas huecas y muchos campos yermos. Sin vasos comunicantes.
¿Qué podemos hacer para expandir el cañaveral?
Daré unas pinceladas de cómo entiendo deberíamos modificar del modelo educativo, para hacerse atractivo a todos los caracteres y ambiciones, una educación que enganche a todos los alumnos hasta su florecimiento profesional, es decir, un sistema que evite el abandono escolar, en grandísima medida debido a la homogeneidad de los contenidos y a un diseño cuyo fin es la universidad, no el variado y complejo mundo que representan los estudiantes y que luego reclamará el mercado laboral. Un sistema que no necesita más inversión monetaria ( nuestro gasto medio educativo está promediado con la OCDE) , si no más amplitud de miras y ello sin renunciar a la búsqueda de la excelencia en cada persona. Si tuviéramos variedad de formaciones, de itinerarios y de pasarelas, dudo que estuviéramos creando tal cantidad de “ninis”. Habría sitio para todos. Tendríamos tasas de abandono similares a la UE 28, hoy en 10% frente al 20% en España.
Además, las plazas en formación y en la universidad pública, deberían estar orientadas a las necesidades del mercado laboral para cumplir con su función de servicio público, de proveedor de trabajadores preparados y demandados para corregir el enorme desajuste que existe entre la oferta y demanda de puestos de trabajo. Se trata de primar los estudios con mayor recorrido profesional que en cada nivel educativo se demanden. Se calcula que en España nos faltan 250.000 técnicos de las diferentes áreas tecnológicas.
Con una inversión en semilla como la descrita, tendríamos una juventud preparada en contenidos y en habilidades, lista para salir a construir un país mejor, con vocaciones colmadas, tendríamos esa flexibilidad del bambú pues cuando el trabajo satisface, aparecen la perseverancia, la productividad, la creatividad. Y la planta crece a 1 metro diario.
El segundo ámbito en el que deberíamos transformar nuestras estructuras, intrínsecamente relacionado con el del capital humano y el sistema educativo, es el de la regulación del mercado laboral, y me centraré en dos aspectos: la dualidad, su reglamentación vertical, y la relación del trabajador con contrato social que ostenta.
En cuanto al primero, hay que seguir eliminando compartimentos estancos en dos áreas principales: la dualidad entre empleo indefinido/temporal reduciendo el coste del despido para acercarnos al de los países más dinámicos. Una barrera de salida es una barrera de entrada. El empresario, cuya función principal crear valor optimizando los recursos de que dispone, ante la disyuntiva de coste a no coste de despido, y ante el riesgo propio de la actividad, retrasa las decisiones de contratación de indefinidos hasta el límite, entrando en un círculo vicioso de entrada de temporeros en vez de trabajadores indefinidos con los que alinear objetivos, generar relaciones de largo plazo, invertir en formación, en un vínculo con la cultura empresarial, en una relación inclusiva. La amenaza del coste de la indemnización provoca rotaciones perjudiciales tanto al trabajador como al empresario.
El segundo corsé que hay que suprimir es el de la existencia de categorías laborales múltiples y con funciones predefinidas que impiden la necesaria flexibilidad interna en cualquier empresa dinámica. Categorías que reducen esa cintura del bambú ante los vientos huracanados. 3 categorías deberían ser suficientes, tomando nota de los grandes corredores: graduado escolar, formación profesional y graduado universitario. Todos los demás compartimentos deberían desaparecer y dejar la relación trabajador/empresa a su propia negociación.
La tercera área que lastra nuestro mercado laboral, y que abunda en las altas tasas de desempleo en España (siempre con diferenciales negativos de casi 10% con respecto a países de nuestro entorno) , es la necesaria concienciación al trabajador de su responsabilidad con la solidaridad del sistema, tomando conciencia del coste que implica para los que sí están empleados el subsidiar al que vive sin trabajar y cobra la prestación, sin sentir que tiene una obligación social de reciclarse caso de no tener la cualificación adecuada y/o de buscar activamente un empleo. La mayoría de los países europeos con tasas inferiores al 6/7% son enormemente exigentes en la concesión de los subsidios hasta el punto de que un perceptor no buscador de empleo o en empleo sumergido es socialmente un “abusador” del sistema e incluso en algunos países, el preceptor pierde su derecho al voto, medida que busca eliminar la tentación de los gobiernos de consagrar los pesebres que tanta rentabilidad política confieren.
El bambú se cimbrea con el viento, busca el agua para alimentarse, no necesita riego. Necesita lluvia que sería la formación dada al desempleado para obtener las profesiones que son pujantes y desatendidas.
Resumiendo, es el momento de transformar nuestro modelo educativo para que cada persona encuentre acomodo en un mercado laboral flexible, complejo, dinámico. Trabajadores preparados con ganas de trabajar porque su puesto de trabajo les motiva y les permite vivir con desahogo y a la empresa tener capital humano productivo para construir una economía competitiva.
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