Una de las enseñanzas que nos deja la pandemia del COVID-19 es la necesidad de situar a las empresas como el eje vertebrador de las medidas económicas, ya que ellas son los motores de la economía, las que crean la riqueza y el empleo.
No hay solución sin poner el foco y apalancarse en la empresa que, en una economía social de mercado como la nuestra, es determinante para asegurar la prosperidad del conjunto de la sociedad.
El auténtico escudo social lo proporciona el empleo, que dota de dignidad y estabilidad a las personas. Y los puestos de trabajo, no lo olvidemos, los crean las empresas
Proteger a las personas que como consecuencia de esta crisis han quedado sumidas en un estado de necesidad y vulnerabilidad es, sin duda, una prioridad como país. Pero el auténtico escudo social lo proporciona el empleo, que dota de dignidad y estabilidad a las personas. Y los puestos de trabajo, no lo olvidemos, los crean las empresas.
Confianza, contundencia y colaboración público -privada deben ser los tres ejes sobre los que se articulen las medidas y la relación entre las administraciones y el tejido productivo. Los poderes públicos deben confiar en las empresas, entender que son parte fundamental de la solución, facilitar e incentivar su vuelta a la actividad y proporcionarles, con la contundencia necesaria, los instrumentos requeridos para salir adelante.
Y deben diseñar sus medidas contando con las empresas y consultando con ellas. La cooperación público-privada, el consenso y el acuerdo son esenciales para definir y abordar las grandes reformas que requerirá España en la tercera etapa a la que me refería: la de reconstrucción económica y social.
Y de nuevo, la empresa, como aglutinante de intereses colectivos debe ser la pieza clave en ese proceso. El tejido empresarial es la base de la actividad económica del país, la principal fuente de empleo y el sustento más importante del Estado de Bienestar y del sector público.
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