Aunque todo el mundo coincide en que para apoyar la recuperación económica es fundamental aumentar la inversión, hay diferentes visiones respecto a cuál debe ser el camino elegido para ello. Unos pueden ser recomendables y otros, claramente, no. En este último caso se encuentra, en mi opinión, el de aumentar la presión fiscal para lograr los recursos necesarios para ayudar a los sectores en crisis. Es un camino que a priori puede parecer fácil pero que no haría más que hacer más profunda la crisis económica o alargar el camino que hemos de recorrer para salir de ella.
Menos fácil, pero sin duda más conveniente, sería obtener esos recursos de la lucha contra el fraude fiscal y del afloramiento de la economía sumergida, que en nuestro país tiene todavía un peso muy importante. En Alemania, por ejemplo, se plantean bajar impuestos para incentivar el consumo y acelerar la recuperación. Aquí parece que vamos en sentido contrario. Una vez más, parece que la ideología que antepone a la realidad y a la necesidad.
Introducimos nuevas reformas como pudiera ser la eliminación de la dualidad entre contratos fijos y temporales, permitiendo así que los segundos, en clara desventaja respecto a los primeros, pudiesen acceder con mayor facilidad a la formación que ofrecen las propias empresas y mejorar así su empleabilidad, estaríamos sin duda dando un gran paso adelante en la solución de uno de los males endémicos de nuestra economía, como es el paro juvenil.
Lo mismo parece suceder con el mercado de trabajo. Si en vez de desbaratar el camino andado introducimos nuevas reformas como pudiera ser la eliminación de la dualidad entre contratos fijos y temporales, permitiendo así que los segundos, en clara desventaja respecto a los primeros, pudiesen acceder con mayor facilidad a la formación que ofrecen las propias empresas y mejorar así su empleabilidad, estaríamos sin duda dando un gran paso adelante en la solución de uno de los males endémicos de nuestra economía, como es el paro juvenil.
Partiendo del hecho de que el 90% del empleo perdido en el primer trimestre del año se ha dado entre la población asalariada temporal (lo cual afecta sobre todo a la gente joven), creo que es fundamental para nuestro país aumentar la calidad del empleo, aunque para ello habría también que cambiar de modelo y no buscar tanto la protección del puesto de trabajo como sucede ahora, sino la del propio trabajador.
En estos tiempos, esto pasa sin duda por mejorar la formación en el ámbito digital no solo en la propia empresa y en el ámbito universitario o de la formación profesional, sino también en el Bachillerato, la ESO y, si me apuran, también en Primaria.
Debemos tener también en cuenta que, en un futuro próximo, a la falta de profesionales digitales o de talento digital que hoy existe en España se añadirá que muchos empleos se verán amenazados por la robotización.
En febrero pasado, justo antes del inicio de la crisis provocada por esta pandemia, se hizo público en España un informe, basado en una encuesta a directivos de empresas del sector de los servicios digitales y de las TIC, que señalaba que 7 de cada 10 compañías preveían crear empleo durante los tres meses siguientes. Sin duda la crisis provocada por el Covid-19 habrán invalidado ahora mismo estas previsiones (en un sector que el año pasado vio crecer su actividad y el empleo en más de un 4%), pero no me cabe duda de que en 2021 o 2022 volverán a ser reales o incluso superiores.
Debemos tener también en cuenta que, en un futuro próximo, a la falta de profesionales digitales o de talento digital que hoy existe en España se añadirá que muchos empleos se verán amenazados por la robotización. Por eso creo que una reforma educativa que, dejando al margen factores ideológicos, se centre en acercar al alumno a disciplinas que puedan serles de utilidad práctica en el futuro y se aleje, sobre todo, de la carrera de obstáculos que hoy supone aprender de memoria unidades de texto solo con vistas a superar un examen cuyos contenidos los jóvenes olvidan a la semana siguiente, resultaría provechosa para todos.
Si esa reforma, además, favorece, reconoce y recompensa la labor efectiva del profesorado, aumenta los recursos destinados a mejorar la calidad -de forma medible- de la formación, fomenta la enseñanza de las humanidades de manera analítica y reflexiva y apuesta mucho más por fomentar la creatividad, la inteligencia emocional y las habilidades en comunicación personal, habremos dado un gran paso en mejorar la competitividad de esta generación en el mercado de trabajo español e internacional.
Sé que la propuesta de una reforma educativa con estos mimbres puede parecer un objetivo secundario respecto a los grandes problemas de desempleo a los que hoy ya nos enfrentamos por la crisis del coronavirus, pero pensemos también que, si nos vamos nuevamente a los 5 millones de parados, es porque esta tarea pendiente no se ha hecho antes con la decisión y profundidad necesarias. Que la transferencia de la educación a las comunidades autónomas y otros factores ideológicos, partidistas y cortoplacistas no nos impidan emprender ya esta transformación cuya meta debe ser la de crear empleo de calidad para la nueva sociedad que, como vemos todos los días, es cada vez más digital.
Creo sinceramente que acercar a nuestros niños a esta nueva realidad, que es algo que va mucho más allá, obviamente, de regalarles un móvil cuando cumplen 13 o 14 años, y dotar a nuestros jóvenes de las competencias necesarias para no quedarse fuera del escenario digital, es una responsabilidad ineludible de toda la sociedad española y que, para obtener fruto a medio plazo, hay que comenzar a implementar la reforma ya.
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