Debemos aprovechar el reciente salto adelante del teletrabajo en España motivado por la pandemia para derivar de él beneficios permanentes que modernicen el país y favorezcan a la economía, la sociedad, las familias y a muchos sectores que lo necesitan.
En España antes del virus íbamos a la zaga de Europa en implantación del teletrabajo y a mucha distancia de Estados Unidos, pero en un fin de semana hicimos lo que iba a tardar 5 o 10 años. Fue como como usar el coche DeLorean en un viaje al futuro., una transformación instantánea y asombrosa, que multiplicó nuestro trabajo a distancia aparentemente hasta el treinta por ciento de la población activa. Esa transformación ha sido realizada con naturalidad y sin grandes problemas visibles. No nos podemos permitir volver atrás.
La tendencia a trabajar desde casa es desde antes de la pandemia un fenómeno universal que lideran los países más desarrollados. Su impacto es muy favorable en la competitividad y los costes de las empresa, inmobiliarios y en gastos generales, pero también, como hemos podido ver, sus efectos medioambientales pueden tener consecuencias espectaculares al reducir drásticamente los desplazamientos diarios y muchos viajes sustituibles por videoconferencias u otros procedimientos. Permite asimismo reducir las nefastas congestiones de tráfico al facilitar una mayor flexibilidad de horarios. Ayuda en general a la conciliación laboral y en especial a muchas mujeres con graves problemas en este terreno. Sus consecuencias sobre el paisaje urbano serán importantes al reducirse la superficie y concentración de edificios de oficina, reducción que probablemente se verá en parte compensada por la demanda de domicilios más amplios, en especial, en aquellos hogares donde teletrabajen varios miembros de la unidad familiar. Este coste podrán sufragarlo las familias, al menos parcialmente, con los menores gastos de transporte y comidas fuera y porque el hacer innecesarios los desplazamientos cotidianos permitirá a la población trasladarse a áreas más distantes del centro con precios más asequibles. De esto se deriva también una posible reactivación de la España vacía. El trabajo en casa ha llevado también a muchos a dar el paso definitivo en el uso de internet, informática y videoconferencias en otros ámbitos, incluso a segmentos de la población que a su edad parecían irreductibles por la brecha generacional y que se resistían a entrar en el siglo XXI. Existen muchos otros efectos positivos para la competitividad y modernización de España.
En resumen, sería inaceptable permitir una pérdida de las posiciones recién adquiridas, o una ralentización o reversión del proceso ya en marcha. Eso es lo que inexorablemente ocurrirá si lo dejamos a la inercia. Cuanto más trabajemos por proyectos, más fácil será incorporar el teletrabajo. De forma proactiva las empresas, las organizaciones empresariales, el sector público, los interlocutores sociales, deben estudiar cuáles son las mejores prácticas mundiales en este terreno y definir muy rápidamente, mientras todavía tenemos el impulso de la pandemia, cuál es la forma práctica de situarnos entre los países líderes en esta transformación. Las mejores empresas ya están desarrollando estos temas y/o trabajando para ello con los mejores especialistas internacionales. Todos estamos aprendiendo. Los canales empresariales del teletrabajo no solo se están utilizando para buscar mejoras de eficiencia para la empresa y ventajas personales para los empleados, si no pro activamente para acciones de motivación, liderazgo, coaching, formación en temas no estrictamente corporativos, etc.
Es también la ocasión de extender la divulgación de las nuevas tecnologías a otros ámbitos y para la formación en casa online de esos millones de prejubilados a los cincuenta cuya esperanza de vida se alarga varios años cada decenio ( con la temporal distorsión causada por el Covid 19 ). Este colectivo necesita reinventarse y reeducarse para sus próximos 30 0 40 años por razones económicas y vitales, y porque el país no puede permitirse el lucro cesante de su inactividad profesional. Aunque el teletrabajo no es aplicable a todas las actividades laborales, no debemos olvidar al gran sector de la Administración Pública en el sentido más amplio del término, incluidos los Ayuntamientos y el sistema judicial. Para impulsar el teletrabajo tal vez necesiten una inversión tecnológica en muchas áreas, pero otras, como las recaudadoras, han demostrado sobradas capacidades de modernización.
Hay aspectos posiblemente negativos como la extensión informal de los horarios, la no desconexión, y otros que van surgiendo. Pero no perdamos el tren y solucionemos la puesta en marcha del avance del teletrabajo con diálogos francos y positivos. No renunciemos al siglo XXI, ni a la competitividad de España, ni al reverdecer de nuestras ciudades, ni a vivir con menos estrés y cerca de nuestra familia. Pongamos los medios ya e impulsémoslo entre todos.
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